Dirigida y protagonizada por Edward Norton, Huérfanos de Brooklyn está ubicada en la Nueva York de los años 50 y nos cuenta la historia de Lionel Essrog (Norton), un detective privado con síndrome de Tourette que comienza a investigar el asesinato de su amigo, jefe y mentor Frank Minna (Bruce Willis). Al hacerlo, Essrog comienza a revelar una telaraña de corrupción y crimen involucrando a un poderoso político, un misterioso arquitecto y una mujer defensora de los derechos de los marginados.
En resumen, Huérfanos de Brooklyn es una película de misterio noir en la que un detective va juntando pistas para resolver un complicado caso. Así de simple. La cosa es que todos los elementos que la componen fueron creados (o adaptados) con cariño y detalle. Edward Norton lleva años intentando hacer este filme inspirado en una novela del mismo nombre de Jonathan Lathem, y viendo el resultado, es claro que el hombre está emocionalmente conectado con la historia.


El cariño de Norton hacia el personaje principal es palpable en su entrañable interpretación y es gracias a eso que la película funciona tan bien. Lionel Essrog es un underdog perfecto para atrapar tu corazón: un buen hombre con sencillo sentido del humor que de repente se ve envuelto en algo mucho más grande que él. Desde un inicio, escuchamos (con voz en off) a Essrog, quien nos describe sus sentimientos, miedos y frustraciones, muchos de ellos derivados del síndrome de Tourette con el que debe lidiar. De esa manera conoces, empatizas y generas afinidad con el personaje, provocando que quieras verlo feliz.
Una gran virtud de Huérfanos de Brooklyn es que retrata a la enfermedad de Tourette con cuidado y realismo. Norton camina una línea muy delgada en la que logra hacer que la audiencia ría con él y no de él, evitando dar lástima y más bien proyectando una bravura inspiradora que te hace amar aún más al personaje.
Otro acierto de Norton es crear un elegante entorno neoyorquino que te envuelve en la locación: el diseño de producción es sublime y el score de Daniel Pemberton es un deleite auditivo: en más de una ocasión me encontré siendo arrastrado por las bellísimas melodías que complementan la historia. Mención aparte para ‘Daily Battles’, el tema que Thom Yorke compuso para la película: una balada de piano con melancólica letra y un canto casi roto para ilustrar a la perfección el aura de Huérfanos de Brooklyn.


Aunque la trama y el éxito de la película penden del protagonista, Norton está rodeado de un elenco estelar que alimenta su interpretación y enriquece la experiencia general. Como el mentor de Lionel, Bruce Willis (Looper) tiene una breve pero efectiva y creíble participación; Willem Dafoe (At Eternity’s Gate) le da vida a un misterioso y escandaloso ciudadano que parece ser clave en el misterio central; Gugu Mbatha-Raw (A Wrinkle in Time) es Laura, una decidida activista afroamericana que complementa a Lionel como informante y compañera; Michael K. Williams (12 Years a Slave) exuda carisma en sus breves, pero poderosas escenas como trompetista; y Alec Baldwin (30 Rock) saca inspiración de sus ya famosas imitaciones de Donald Trump para aquí encarnar a un frío y corrupto político, a través del cual Edward Norton acentúa el subtexto sociopolítico de la trama, dejando en claro lo arraigado que está el racismo en la sociedad estadounidense.
El misterio central llega a ser complicado, y si no pones atención, te puedes perder entre tanto enredo. Si desde un inicio no estás interesado en la historia, difícilmente tendrás la paciencia para seguirle el ritmo a Norton y dado que la duración es de dos horas y media, tu concentración será desafiada. No obstante, si te gustan las películas de época, el jazz o las novelas de detectives, creo que el filme no tardará en atraparte.
Edward Norton hizo un genuino y elegante filme noir que se encumbra a través de la entrañable personalidad de su protagonista y un excelente diseño de producción; los temas de poder y avaricia le dan un subtexto importante a la historia, pero es la pasión de Norton lo que termina haciendo de Huérfanos de Brooklyn un entretenido misterio que vale la pena resolver.