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Cine

No Quiero Ser Polvo, el fin del mundo minimalista a lo mexa

AJ Navarro

Publicado

el

Combinando el drama personal con la ciencia ficción cósmica, No Quiero ser Polvo es una prueba de que se puede hacer buen sci fi en Mexico
No Quiero ser Polvo
3.5 Reviewer
Calificación

Si bien el cine mexicano estrenado el año pasado a nivel comercial otorgó más desatinos que buenos relatos, este año trae una propuesta interesante de ciencia ficción con No Quiero ser Polvo, que ha tenido un paso exitoso por festivales como el Festival Internacional de Cine de Monterrey y Feratum, mostrando que este género puede ser trabajado de manera inteligente sin tener un gran presupuesto ante una propuesta que mezcla la sátira de la era new age, la paranoia del fin del mundo y el drama de sentirse intrascendentales en el universo. 

De que trata No Quiero ser Polvo


Bego (Bego Sainz) es una mujer que busca cierta iluminación en su vida cotidiana. Toma yoga, practica meditación mientras trata de sacudirse la indiferencia de su familia compuesta por un hijo, Iván, que busca irse del país a estudiar, y su esposo, quien suele estar muy ocupado en su trabajo y ha descuidado su matrimonio.

Esta crisis de la mediana edad se acentúa cuando recibe la noticia de un inminente cambio para la humanidad al momento en que la Tierra entre en el  Cinturón de Fotones, lo que provocaría tres días de oscuridad. Esto da un nuevo propósito a la mujer, pero ¿será que el fin del mundo como lo conocemos se aproxima realmente o todo es parte de una estafa descarada?


Iván Löwenberg, experimentado director, guionista y productor de cortometrajes, crea ahora su segundo largometraje después de su ópera prima La Castración (2012), una coproducción entre México y Argentina con matices de ciencia ficción minimalista inspirada en una experiencia vivida en su propia familia durante la década de los 90, donde creían que un eclipse galáctico estaba por suceder. A partir de ello, Löwenberg toma a su madre, Bego Sainz, como la protagonista de No Quiero ser Polvo, dotándola de un guion que ronda la comedia, la melancolía y la paranoia desatadas por la intrascendencia y un probable cataclismo de todo lo que conocemos. 

La cinta retoma un poco del denominado “síndrome del nido vacío”, que en psicología implica tener un conjunto de pensamientos y emociones normalmente experimentados por los padres, o en este caso la madre, ante la ausencia del hijo adulto que abandona el hogar. Y es el factor de la ausencia aquel que termina por determinar las acciones de Bego. Sumado a eso, la crisis de la mediana edad pega duro en ella, por lo que encuentra refugio a sus pensamientos desvaídos a través de una revelación extraordinaria que puede o no ser cierta. 

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Bego tendrá que enfrentarse a la indiferencia de su familia y amistades en No Quiero ser Polvo. Foto: Benuca Films.

No Quiero ser Polvo también coquetea con un sentido satírico acerca del sentido de identidad y del culto a través del grupo al que Bego se une, liderado por médiums y físicos cuánticos que auguran esos días de oscuridad cercanos. El uso de Löwenberg sobre la ciencia, los fenómenos naturales y los supuestos cambios atómicos a nivel celular y espiritual a los que hacen alusión resulta muy efectivo al manejar la delgada línea entre la veracidad y la charlatanería de quienes se aprovechan de personas en busca de una guía. 

Además, está ese factor tan personal por parte del realizador, ese que nace de sus propias memorias de sus ocho años cuando sus padres acudían a un grupo de meditación en el que fueron engañados, perdiendo completa credibilidad cuando la supuesta oscuridad nunca llegó. Esa es otra vertiente del relato de No Quiero ser Polvo que destaca, la cuestión de la paranoia del fin del mundo y cómo nuestra especie tiene tanto miedo de lo desconocido que creamos una explicación o teoría que nos brinde cierta certeza. Ni qué mencionar el sentido de pertenencia, otro detalle por el que Bego trata de acoplarse a este grupo, pues ahí se siente importante y no ignorada. 

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Los tintes de ciencia ficción y horror cósmico también se perciben en el proyecto de Löwenberg. Foto: Benuca Films

Otro aspecto interesante es la capacidad que Bego Sainz muestra para mostrarse tan natural a pesar de no ser una actriz profesional. La verdadera madre del director retoma elementos de su experiencia y los pone en esta ficción dándole la suficiente vulnerabilidad a su rol, la suficiente para que se envuelva tan fácilmente en este tipo de culto. La necesidad de aferrarse a algo es demostrada con creces por Sainz, quien en el punto climático da ese salto hacia la gran revelación, mostrando la buena preparación que tuvo para el papel sumado a la correcta dirección de Iván, quien hace de una extensión de sí mismo en la cinta. 

Pero No Quiero ser Polvo destaca también por ese minimalismo en la cámara y tomas, donde Löwenberg aprovecha cada expresión de Bego para explorar el camino hacia el fin del mundo a través del gran engaño, mostrando una conexión interesante entre ella y lo que le rodea. Además, se atreve a usar elementos de comedia esporádicos para conectar con la situación que ella vive. Sin embargo, eso no deja de lado la seriedad de la temática, aquella que oscila entre el dilema de no sentirse solo y la búsqueda de validación para encontrar finalmente la aceptación de su realidad.

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El minimalismo y la intimidad del viaje de Bego es el principal motor de la cinta. Foto: Benuca Films.

Usando ciertos guiños al horror cósmico lovecraftiano, en específico El Color del Espacio Exterior, Löwenberg crea en No Quiero ser Polvo un relato de ciencia ficción que funciona como recordatorio de lo que, como especie, experimentamos al sentirnos fuera de nuestro elemento, donde la única certeza personal y colectiva es, irónicamente, el fin del mundo y la necesidad de no cumplir solamente con el proverbio católico cristiano de “polvo eres y en polvo te convertirás”. Ante un presupuesto limitado, la creatividad del realizador explora las heridas y temores de una sociedad y de uno mismo como individuo ante el aislamiento, la soledad y esa razón para existir.

Comunicólogo, amante del cine, la música y todo lo que sea cultura. Forjando una carrera en el medio desde 2018 a la fecha. Colaborador en varios espacios, consciente de que un gran poder conlleva una gran responsabilidad.

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