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El efecto Netflix: el nuevo One Hit Wonder

El Efecto Netlix es el nuevo One Hit Wonder en donde la gente solo consume la canción que se popularizó gracias a los servicios de streaming.

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Efecto Netflix: la nueva forma de popularizar la música

Con el colapso de los soportes físicos para el consumo musical podría pensarse que el streaming es la nueva deidad a la que hay que acercarse para no solo para triunfar en este siglo sino para seguir colgarse del jugoso negocio de la nostalgia, como muestra de ello está el efecto Netflix.

Ahora basta con que una serie ”famosa” incluya en alguna de sus escenas un tema de alguna década del siglo XX para que los usuarios la encumbren y la reproduzcan hasta el hartazgo en sus móviles . Reafirmando así lo que Gilles Lipovetsky señalaba en el Imperio de lo efímero, “la moda es efímera y está hecha para ser olvidada”, y es que para los nuevos consumidores de poca o nula cultura musical eso es motivo de celebración e incluso de orgullo pues afirman que temas que en su tiempo fueron medianamente exitosos hoy en la era del algoritmo gracias a esa difusión son grandes hits aunque sea solo por un periodo breve que nada tiene que ver con conocer al artista en cuestión.

Efecto Netflix: difusión masiva, poca comprensión del producto cultural

Los defensores de este tipo de consumo argumentan que gracias al streaming ya forman parte de la cultura de esta nueva generación, que de otra manera ni siquiera lo habrían conocido y disfrutado. Incluso hasta les ha traído beneficios económicos a los artistas que en su época no lograron como a Kate Bush con “Running Up That Hill”, sin embargo debajo esta aparente resurgimiento subyace lo que aquí llamaremos el efecto Netflix, es decir que gracias a la difusión masiva de la plataforma se populariza de manera exponencial y global su consumo pero no su adopción ni su comprensión como producto cultural.

Y aquí estarán preguntándose ¿entonces la popularidad no buena? Pues resulta que vemos otra profecía mediática cumplida, la de Abraham Moles en Teoría Estructural de la Comunicación y la Sociedad que decía en los años 80 que en el futuro dominaría la cultura mosaica, una donde la hipermediatización haría imposible que una persona promedio pudiera procesar y asimilar toda la información que le llegaba; por lo que para no morir de una sobre dosis, limitaría su consumo a nivel solo de superficie y de manera atomizada, es decir, como fragmentos informativos similares a un mosaico, unidos pero sin ninguna conexión entre sí.

La efímera popularidad se basa solo en las cifras de reproducción de un solo tema

Todo el mundo celebró el resurgimiento de Kate Bush y de Metallica gracias a Netflix, pero nadie notó que solo fue breve y que eso no provocó que los nuevos consumidores profundizaran en sus respetivas discografías e historia para ampliar su conocimiento del género o del artista, sino que solo se limitaron a contribuir a aumentar las cifras de reproducción de un solo tema sin siquiera conocer al álbum completo o algún otro de los que tiene, aunque fuera por mera curiosidad.

Pareciera que este fenómeno es nuevo y exclusivo de las nuevas tecnologías, pero no, ya a finales del siglo XX ocurrió algo similar, cuando en 1999 Lou Bega resucitó partes del “Mambo No. 5” de Pérez Prado pero que solo se haría famoso o como ahora se le llama “viral” en el Reino Unido luego de ser utilizado para un anuncio de cerveza.

Y aunque vendió muchos álbumes y sencillos en su momento eso no hizo que la gente aprendiera a bailar mambo ni que el gusto por ese género extendiera al resto de la discografía de Pérez, y hoy apenas si se le recuerda, pero no como algo relevante sino como una mera curiosidad que popularizó un tema viejo sin que eso implicara un cambio de fondo. ¿Ustedes qué opinan?

Sibarita, irónico e irreverente, Comunicólogo de profesión, texto-servidor por accidente. Converso al “Indie” desde el 2009 después de vivir una experiencia místico-digital. Audiofilo de closet. Lector compulsivo de libros; amante del rock, el jazz, el cine, los cómics y la ópera. Otaku retirado y Japonfílico rehabilitado. Su alter-ego “starcat” a veces piensa por él.

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