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Crítica: 1917

Una espectacular película de guerra simulada en una sola toma.

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Con 10 nominaciones al Oscar, dos Globos de Oro en la bolsa, varios premios de la crítica y la dirección de Sam Mendes, “1917” llega a cines mexicanos para transportarnos a la Primera Guerra Mundial y contarnos la historia de Blake (Dean-Charles Chapman) y Schofield (George MacKay), dos soldados encargados con la misión de infiltrarse en líneas enemigas y entregar un urgente mensaje que evitaría la aniquilación de 1,600 soldados británicos, entre ellos el hermano de Blake.

“1917” simula una sola toma para desarrollar toda su narrativa (estilo “Birdman”) y por lo mismo sus cualidades técnicas son asombrosas. El diseño de producción, diseño de vestuario, las escenografías, el maquillaje, todo es ejecutado con lujo de detalle para crear una experiencia inmersiva que intenta convertirte en el tercer acompañante de la misión.  Pero de todo esto, es la fotografía del gran Roger Deakins el elemento clave: su lenguaje visual te quita el aliento y si la simulación de una sola toma funciona, es gracias a la planeación e impecable ejecución de este genio.

Por momentos, “1917” parece un videojuego en el que el protagonista va de nivel en nivel intentando sobrevivir distintos tipos de infiernos. Es como una pista de obstáculos que parece no acabar y en donde el peligro está siempre a la vuelta de la esquina, para generar altos y constantes niveles de tensión. El filme tiene más de una memorable secuencia en donde todo elemento técnico se combina a la perfección para asaltar tus sentidos: sin duda alguna, debes ver “1917” en la pantalla más grande que encuentres.

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A pesar de ser una absorbente experiencia bélica, la gran crítica de “1917” es su historia: prácticamente no existe. Dos hombres, uno de ellos determinado a salvar a su hermano, deben ir de ‘punto A’ a ‘punto B’, procurando sobrevivir los horrores que se encuentran en el camino. Eso es todo. La película está enfocada en apantallarte y generar una atmósfera de ansiedad, dejando de lado el desarrollo de personaje, lo cual provoca cierta desconexión con la historia. Hay muy buenos detalles por aquí y por allá que le dan buen sazón a la trama. Por ejemplo, varios personajes sacan inspiración de mujeres importantes en su vida para seguir peleando, pero estos momentos son breves y efímeros. 

Por la carencia de historia, la primera mitad del filme me pareció errática y nunca terminó de atraparme, sin embargo hay un punto en el que “1917” da un paso adelante y se convierte en un monstruo. El score de Thomas Newman sube de intensidad, la fotografía de Deakins se vuelve (aún más) orgásmica y el drama es palpable… y en medio de todo esto, encuentras un par de momentos silenciosos en donde la tranquilidad parece un sueño en medio del infierno; son escenas tan exquisitas como tristes que llenan de humanidad a la historia.

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Cabe destacar que no todo aspecto técnico es perfecto, pues hay muchos detallitos incoherentes o accidentalmente graciosos que inmediatamente rompen la ilusión y te sacan de la película. Tampoco ayuda que los personajes sean bastante torpes y tomen decisiones cuestionables. En más de una ocasión sentí que nada de lo que estaba viendo era creíble gracias a las muy inocentes acciones de Blake y Schofield.

Aunque “1917” no va a cambiar tu vida, no cabe duda de que es un espectáculo audiovisual del más alto orden en el que Sam Mendes comanda con poderío su armada técnica para darnos intensas secuencias de acción y escalofriantes tomas. En su núcleo se encuentran asombrosas actuaciones de George MacKay y Dean-Charles Chapman así como otro ostentoso trabajo de Roger Deakins en fotografía. “1917” es una carrera contra el tiempo que debes experimentar en la sala de cine.

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